jueves, 26 de abril de 2012

Los libros no desaparecerán


Desde que Gutemberg publicó su Biblia mediante el sistema de tipos móviles, los libros han cambiado al mundo. Ahora son los e-books los encargados de reemplazar a las librerías, de multiplicar posibilidades, y de mundializar el acceso a los textos de la literatura universal. Y creo que esto es bueno.  El valor está en el texto, no en el objeto. Y si los ceros y los unos codifican todos los textos y los llevan a todos aquellos que lo deseen, puede que mis queridos cubos de papel desaparezcan, pero no desaparecerá la literatura.

Pero entonces ¿por qué la nostalgia?

Sigo queriendo a los libreros y a las librerías pequeñas e independientes: la distribución bizarra de los libros, el olor a viejo/nuevo, el sonido de las tapas que reconozco.

No quiero a la computadora. No quiero su brillantez ni a la posibilidad de que con un alt/tab estoy en la Web. Quizás la nostalgia está en que el cubo de papel me pide que lo sostenga, mientras que la computadora se rameriza debajo de mis muñecas. Al cubo de papel lo abrazo con mis brazos/dedos, y jugamos a pasar páginas, a marcarlas, a subrayarlas. El e-book me juega a la electricidad, al enchufe, a guardar el aparato en una funda de neopreno.

¿Qué valoraría mas, una biblioteca virtual que contenga todos los clásicos, con la facilidad de imprimir, enviar por mail, copiar y pegar, o un incunable cuyo origen desconozco, escrito en un idioma que no puedo leer, y tan delicado que debo conservar en un estante tras un vidrio y tocarlo lo menos posible?

Soy tan egoísta…