En las calles de Córdoba
la belleza cumple con una pena.
Una pena de papel en blanco.
Una pena de pisada escondida.
Las calles que van a la catedral son
pequeñas
y conviene caminar con altura o
con desgano.
En esas calles camina Virginia.
Agita su figura pequeña.
Deshace sus pies cansados.
Oculta su mirada de los curiosos
ya que su rostro está invadido
pero se cuida de las trampas de
la vereda.
En las calles de Córdoba, Virginia
habló con un niño.
La destruyó su sonrisa.
A veces el silencio es trueno de
incendio.
Virginia se detuvo.
Siempre hay alguien que mira
desde las esquinas.
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